martes, 31 de agosto de 2010

Dalí con Lacan

Dalí con Lacan


Una llamada telefónica distrajo al joven Dalí. Tenía treinta y tres años y había llegado a París. Su método de trabajo que él llamó paranoico crítico, lo publicó en una revista que condensaba en sus páginas al movimiento surrealista llamada Minotaure. Allí escribían jóvenes amigos y colegas con sus mismas inquietudes. Su artículo se llamaba "Mecanismo interno de la actividad paranoica".

- Hola, ¿monsieur Dalí?
- Sí, él habla.
- Monsieur Dalí, habla el Dr. Jacques Lacan
- Ah! Encantado Monsieur Lacan, he oído hablar de Ud.
- ¿Sí?...Lo llamo para felicitarlo por su artículo publicado en Minotaure, estoy asombrado ante la exactitud de su conocimiento científico en esta materia y en la que generalmente no se la comprende lo suficiente...
- Muchísimas gracias! Es un verdadero halago para mí...
- Sí, a decir verdad me encantaría verlo para continuar discutiendo con Ud toda esta cuestión.
- Bien, muy bien... ¿qué le parece hoy mismo, por la tarde en mi estudio de la calle Gauguet?...
- Allí estaré, replicó rápida y afablemente, Jacques Lacan.

Soy un delirio viviente y controlado

Así comienza Dalí, el capítulo "Cómo devenir paranoico-crítico" de su libro Confesiones inconfensables:

Yo soy porque deliro, y deliro porque soy. La paranoia es mi misma persona, pero dominada y exaltada a la vez por mi conciencia de ser. Mi genio reside en esta doble realidad de mi personalidad; este maridaje al más alto nivel de la inteligencia crítica y de su contrario irracional y dinámico. Derribo todas las fronteras y determino continuamente nuevas estructuras de pensar. Mucho antes de haber leído, en 1913, la admirable tesis de Jacques Lacan (De la psychose paranoiaque dans ses rapports avec la personnalité), tenía perfecta conciencia de cuál era mi fuerza.

Gala me había exorcisado, pero la intuición profunda de mi calidad genial estaba ya presente en mi espíritu y en primer lugar en mi obra. Lacan ilustró científicamente un fenómeno oscuro para la mayor parte de nuestros contemporáneos –la expresión paranoia- y la definió de manera exacta.

La psiquiatría, antes de Lacan, cometía un burdo error a este respecto: pretendía que las sistematización del delirio paranoico se elaboraba "después" y que este fenómeno debía ser considerado como un caso de "locura razonante". Lacan demostró lo contrario: el delirio es una sistematización en sí mismo. Nace sistemático, elemento activo decidido a orientar la realidad alrededor de su línea dominante. Es lo contrario de un sueño o de un pasivo automatismo frente al movimiento de la vida. El delirio paranoico se afirma y conquista. Es la acción surrealista lo que trasvasa el sueño y el automatismo a lo concreto; el delirio paranoico es la misma esencia surrealista y se basta con su fuerza....

El Surrealismo es un movimiento literario y artístico nacido en Francia, en 1924, e impulsado por André Breton entre otros, quien mantuvo, en un principio, contactos con Dadá. Algunos de sus representantes fueron Max Ernst, Paul Klee, Max Ernst, André Masson; Hans Arp y Dalí. Esta tendencia intentaba traducir plásticamente las imágenes de procedencia psíquica, reconstruir el mundo de los sueños y reflejar el inconsciente. Perseguía la liberación de las fantasías concientes y de la imaginación, y la libertad del artista en relación a la racionalidad. Reconstruía el mundo de los sueños y produjo innumerable cantidad de obras, a veces, de carácter bizarro.

A las seis en punto sonó el timbre de la puerta...Tuvimos la sorpresa de descubrir que nuestras opiniones eran igualmente opuestas, y por las mismas razones, a las teorías constitucionales aceptadas entonces casi unánimemente. Partió con la promesa de que mantendríamos un contacto constante y nos veríamos periódicamente. Después de su partida, me puse a pasear por mi estudio intentando reconstruir el curso de nuestra conversación y sopesar más objetivamente los puntos en que nuestros raros desacuerdos pudieran tener verdadera importancia. Mas cada vez estaba más perplejo por la manera, más bien alarmante, como el joven psiquiatra me escudriñaba el rostro de vez en cuando. Era como si el germen de una extraña, curiosa sonrisa quisiera entonces transparentarse en su expresión. ¿Estaba estudiando los efectos convulsivos, en mi morfología facial, de las ideas que agitaban mi alma? Encontré la respuesta al enigma cuando fui a lavarme las manos. Pero en esta ocasión lo que me dio la respuesta fue mi imagen en el espejo. ¡Había olvidado quitar de mi nariz el cuadradito de papel blanco! Durante dos horas, había discutido cuestiones del carácter más trascendental en el tono de voz más preciso, objetivo y grave, sin darme cuenta del desconcertante adorno de mi nariz. ¿Qué cínico habría podido representar concientemente este papel al fin?

Existen otras versiones del mismo episodio, no contadas por Dalí y que señalan a éste, en una clara posición provocadora en relación a Lacan. En ambas anécdotas, Lacan recoge el guante, "jugando" la propia táctica del pintor. Por otro lado, sabemos que el gran psicoanalista francés era una persona sumamente amable y es entonces que a este rasgo de carácter se le suma la rápida resolución de lo que parece ser sorprendente.

Nadie mejor que Lacan para hacerle frente a lo real de un encuentro.

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