martes, 22 de marzo de 2011

Éxitos terapéuticos del Psicoanálisis [*] Entrevista al Dr. Sigmund Freud

Esta entrevista, recuperada por Eckart Früh [1], fue publicada el 14 de agosto de 1933 (Neue Freie Presse, n° 24397, p.21) bajo el título "Las neurosis, enfermedades de época". ¿Qué éxitos terapéuticos permite el psicoanálisis?" Por el Prof. Sigmund Freud (extractos de una conversación)". La entrevista esta firmada "N.B." En una carta (del 30 de noviembre de 1989) Eckart Früh recordaba que en mayo de 1933 se había festejado el 10° aniversario del dispensario vienés de psicoanálisis (el Psichoanalytisches Ambulatorium dirigido por Eduard Hitschmann).



Aquel que tiene el honor de entrevistar al Prof. Dr. Freud está fascinado por la extrema tensión intelectual, por la formidable concentración que emanan de este gran sabio que el mundo venera como el inmortal fundador y maestro del psicoanálisis.

Pregunta: ¿En qué consisten las conquistas y posibilidades inmediatas del psicoanálisis?, le pregunté a Sigmund Freud.


Sigmund Freud: "En la terapia de las neurosis y de ciertas psicosis, en ciertos casos de modificación fundamental del carácter, e incluso en ciertas formas de clivajes de concienciaBewutseinspaltung (esquizofrenia)", responde Freud, "los éxitos del psicoanálisis son indiscutibles." Pero sobre todo la impregnación progresiva de la conciencia por el psicoanálisis tiene una importancia fundamental. Se pueden curar tanto problemas psíquicos como disfunciones orgánicas partiendo de los síntomas. Porque todas las manifestaciones del individuo, por ínfimas a incoherentes que parezcan, son síntomas determinados por las causas de su estado y de su enfermedad psíquica.

Pregunta: ¿El psicoanálisis no ha ampliado el campo de las leyes del determinismo hasta las modificaciones más finas de la existencia?


Sigmund Freud: En psicoanálisis se trata menos de explicar el sueño en sí mismo que de desenmascararlo como síntoma y de formar un diagnóstico gracias al sueño. Como es sabido; el enfermo encuentra en el transcurso del análisis la vía que lo reconduce hacia sí mismo.

Se trata de conocer las causas reales de nuestros conflictos, pero también las de los conflictos entre comunidades y pueblos.

Pregunta: Teniendo en cuenta la duración y el costo de un tratamiento, ¿no se podría decir que un muy escaso número de enfermos puede acceder al beneficio de un tratamiento psicoanalítico?


Sigmund Freud: Ciertamente, hay numerosos límites del tratamiento psicoanalítico. Primero que nada las alteraciones orgánicas, pero también el límite de edad, ya que el psiquismo de un hombre que ha pasado sus cincuenta años deviene relativamente coriáceo. En ese caso el material psíquico acumulado a explorar es demasiado para ser abarcado. El tratamiento es, entonces, desde un cierto punto de vista proporcional a la edad; y el problema deviene, con los años, casi insoluble.

La enfermedad como medio de autodefensa

Pregunta: ¿Y la aplastante mayoría de enfermos, los pobres?


Sigmund Freud: Con respecto a los pobres -es realmente triste y espero que no se quiera interpretar mi comentario como cínico -, para los pobres las neurosis no significan solamente una enfermedad, sino también uno de los elementos de la autodefensa en la lucha por la existencia. Hemos tenido muchas veces la experiencia, cuando ejercíamos gratuitamente, de comprobar que los pobres no querían dejarse liberar de su sufrimiento hasta tanto no sobreviniera un cambio en su situación material. Y esto es muy comprensible, ya que deben frecuentemente a su enfermedad ciertas consideraciones que no podrían esperar, en su posición social, de estar sanos. Todos nuestros esfuerzos se dirigen a adquirir y ampliar conocimientos sobre las funciones psíquicas estandarizadas y a preservar, gracias a una profilaxis generalizada, la constitución desde la infancia de los impulsos y fobias reprimidas.

Higiene mental

Pregunta: ¿No hay un cierto peligro de perturbar el desarrollo normal del niño con esta profilaxis?


Sigmund Freud: Una higiene mental que sepa prevenir es, sobre todo durante estos años de crecimiento, tan saludable como la higiene corporal. Incluso en el caso del tratamiento de un niño tan neurótico como Juanito, que he descrito en detalle, la intervención psicoanalítica ha ejercido una influencia favorable sobre su desarrollo psíquico, sin dejar marcas visibles en su recuerdo. Pude convencerme de ello cuando reencontré a Juanito a sus diecinueve años, catorce años más tarde.

Pregunta: ¿Cómo se evita lo arbitrario en la interpretación de recuerdos, asociaciones de ideas, sueños, y de manera general, en todo el tratamiento psicoanalítico?


Sigmund Freud: Las variantes de las formas de manifestación que puede tomar un impulso reprimido en figuras libidinales son infinitas, y las sublimaciones de este impulso engloban, por así decir, la totalidad de las aspiraciones humanas. Se trata para nosotros, como en el caso del sueño, menos de una explicación de una dogmática casuística que de tratar síntomas. El método psicoanalítico es esencialmente dinámico; tenemos en cuenta la gran fineza, de las metamorfosis ininterrumpidas de la libido. De allí resulta el problema candente que yo llamo "transferencia". Una represión de los impulsos cuyo origen el análisis todavía no pudo aclarar. Se trata de efectos siempre prontos a adaptarse, a transformarse según las circunstancias y, en el caso del tratamiento psicoanalítico, a transferirse sobre el médico. La complejidad y la variabilidad de estos factores imponen al médico la necesidad de un control extremadamente estricto de sus investigaciones, en las que lo arbitrario se toma en cuenta.

Pregunta: ¿En qué medida contribuye la crisis mundial al desarrollo de las neurosis, a esta "angustia sexual" frecuentemente evocada?


Sigmund Freud: No soy el autor de esa expresión, que se ha transformado en un slogan que generalmente se atribuye al psicoanálisis. En mi opinión, la "angustia sexual" se atenuó en nuestro continente gracias a la mayor libertad de hábitos desde la guerra. Pero si por un lado hay menos neurosis suscitadas por la represión de los instintos, se constata por otro un recrudecimiento de las neurosis de todo tipo, causadas por la licencia de los instintos. La aspiración de las masas decepcionadas y desanimadas a lo desconocido, a la "aventura" explica muy bien estas neurosis. El psicoanálisis aporta tanta claridad saludable corno la elucidación de ciertas leyes económicas. Vuelve capaces a los hombres que sufren de una mayor resistencia al develarles las causas objetivas de su situación, conteniendo de este modo el miedo torturante de un golpe de suerte o de una "mala suerte" personal.



*Esta Entrevista fue publicada en El Blog de la Escuela Lacaniana de Psicoanálisis, el 13/03/06, por Rosa Ligouri (Madrid).
1-

Eckart Früh, especialista erudito de la cultura y literatura vienesas, reencontró hojeando el diario Neue Freie Presse una entrevista a S. Freud, publicada el 14 de agosto de 1933, de la cual aparentemente se había perdido el rastro.
El interés de este documento es aún mayor ya que, como se sabe, Freud no acordó muchas entrevistas a lo largo de su vida. Se conoce por ejemplo la larga conversación con George Silvester Viereck, del verano de 1926,que trata del sentido y del valor de la vida. Se recuerda también la extravagante Entrevista al Prof. Freud en Viena, por André Breton, testimonio de una decepción y de un malentendido.
La
Neue Freie Presse, recuerda Eckart Früh, había hablado frecuentemente de Freud y del psicoanálisis en términos elogiosos, desde el artículo de Alfred von Berger, Cirugía del alma (Seelenchirurgie), del 2 de diciembre de 1895. Durante los años 20 Stefan Zweig y Alfred von Winterstein publicaron regularmente ecos respetuosos de las actividades del movimiento psicoanalítico y de las publicaciones de Freud. Muchos extractos de los textos de Freud fueron incluso retornados por la Neue Freie Presse:Publicado según versión aparecida en La Revue de Histoire de la Psycoanalyse La traducción más acertada de la expresión "détresse sexuelle" es "angustia sexual", con la aclaración de que se trata de una angustia leve, incierta, cuyas causas están en relación a valores de tipo moral. Sexuelle Not. Se puede ver en esta pregunta del colaborador de la Neue Freie Presse una alusión al libro de Fritz Wittels,Die sexuelle Not, Viena-Leipzig, C. W. Stern, 1909.










martes, 8 de marzo de 2011

Cartas de Sigmund Freud a Wilhelm Fliess

Viena, 31 de mayo de 1897

Te adjunto algunos despojos que la última marea depositó en la playa. Estoy haciendo anotaciones sólo para ti, y espero que me las guardes. No agrego nada como disculpa o explicación: sé que sólo son unas vislumbres, pero de todas estas cosas algo ha salido; sólo he tenido que retractarme de lo que quise sutilizar con el sistema Vrcc. Una vislumbre me dice, empero, como si yo lo supiera ya —pero nada sé—, que próximamente descubriré la fuente de la moral. [. . . ]



No hace mucho soñé con unos sentimientos hipertiernos hacia Mathilde*, pero ella se llamaba Helia, y luego volví a ver «Helia» impreso en negrita frente a mí.



Resolución: Helia se llama una sobrina norteamericana cuyo retrato hemos recibido. Mathilde se podría llamar Helia, ya que no hace mucho lloró amargamente por la derrota de los griegos. Se entusiasma por la mitología de la antigua Hélade y en todos los helenos ve desde luego a unos héroes. El sueño muestra naturalmente mi deseo cumplido de pillar a un padre como causante de la neurosis, y así pone término a mis dudas, que siguen agitándose.



Otra vez soñé que con escasas ropas subo por una escalera, eso anda, como el sueño lo destaca, muy ágil (corazón-¡tranquilizamiento!); pero de pronto noto que una mucama desciende, y ahí aparece el quedarse pegado en el sitio, el estar paralizado, tan frecuente en el sueño. El sentimiento concomitante no era angustia, sino excitación erótica. Ya ves cómo la sensación de parálisis propia del dormir es usada para cumplir un deseo de exhibición. De hecho, la noche previa había subido la escalera desde la vivienda de abajo, y lo hice por lo menos sin cuello, y pensé que podría toparme por la escalera con un vecino.




*
La hija mayor de Freud, que a la sazón tenía 11 años



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Viena, 31 de octubre de 1897



Mi análisis avanza, sigue siendo mi interés principal; todo es todavía oscuro, incluso los problemas, pero a todo esto un sentimiento grato: sólo habría que echar mano a la propia cámara del tesoro para extraer a su tiempo lo que uno necesita. Lo más desagradable son los talantes que a uno le ocultan a menudo por completo toda la realidad efectiva. Tampoco la excitación sexual es ya útil para alguien como yo. Sin embargo, sigo jubiloso con todo ello. En cuanto a los resultados, acabo de entrar en otro período de quietud.



¿Crees que lo que los niños dicen dormidos es parte del soñar? Si lo crees, puedo presentarte el más joven sueño de deseo: Annerl {Anita}, de un año y medio. En Aussse, se la mantuvo a dieta un dia por haber vomitado a la mañana, lo cual se atribuyó a un banquete con fresas. La noche que siguió profiere dormida todo un menú: «Fresas, fresas silvestres, huevos, papilla». Puede que te lo haya narrado ya.


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Viena, 3 de enero de 1899



[. . . ] Primero: he conquistado un pequeño fragmento de autoanálisis, y me corrobora que las fantasías son productos de épocas posteriores, proyectadas hacia atrás, desde el presente respectivo hasta la primera infancia; y el camino por el cual ello acontece ha resultado ser, de nuevo, una conexión-palabra.



A la pregunta por lo que ocurrió en la primera infancia, la respuesta reza: Nada, pero había ahí un germen de moción sexual. La cosa sería linda y redonda para contarla, pero escribirla demandaría medio pliego, y entonces queda para el congreso de Pascuas junto a otras noticias sobre mi historia de juventud.



En segundo lugar: he asido un nuevo elemento psíquico que considero de universal sustantividad y concibo como un grado previo del síntoma (incluso anterior a la fantasía).


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Viena, 4 de enero de 1899



Ayer estaba fatigado y hoy no puedo seguir escribiendo en la dirección intentada, porque la cosa crece. En torno de eso hay algo. Eso despunta. Seguramente en los próximos días se agregará algo más. Te escribiré, pues, cuando se haya vuelto trasparente. Sólo te revelaré que el esquema del sueño es susceptible de la más universal aplicación, que en el sueño reside efectivamente, al mismo tiempo, la clave para la histeria. Ahora comprendo, también, por qué no he concluido [el libro sobre] el sueño, a pesar de mis empeños. Si aguardo un trecho, podré exponer el proceso psíquico en el sueño de suerte que incluya el proceso que sobreviene a raíz de la formación histérica de síntoma. Esperemos, pues.




Estas cartas representan un documento que, como un cuaderno de bitácora, registran la indagaciones, las tribulaciones del autoanálisis, y también la hermosura intelectual del trabajo y la felicidad de los grandes descubrimientos: las cartas de Freud a Wilhelm Fliess (otorrino y biólogo alemán), con quien mantuvo en esos años la amistad más íntima de su vida.

Fuente: "Sigmund Freud. Cartas a Wilhelm Fliess". Amorrortu editores.








jueves, 3 de marzo de 2011

Juan Rulfo a Clara Aparicio

Desde que te conozco, hay un eco en cada rama que repite tu nombre; en las ramas altas, lejanas; en las ramas que están junto a nosotros, se oye. Se oye como si despertáramos de un sueño en el alba. Se respira en las hojas, se mueve como se mueven las gotas del agua. Clara: corazón, rosa, amor...

Junto a tu nombre el dolor es una cosa extraña.

Es una cosa que nos mira y se va, como se va la sangre de una herida; como se va la muerte de la vida. Y la vida se llena con tu nombre: Clara, claridad esclarecida. Yo pondría mi corazón entre tus manos sin que él se rebelara. No tendría ni así de miedo, porque sabría quién lo tomaba. Y un corazón que sabe y que presiente cuál es la mano amiga, manejada por otro corazón, no teme nada. ¿Y qué mejor amparo tendría él, que esas tus manos, Clara?
He aprendido a decir tu nombre mientras duermo. Lo he aprendido a decir entre la noche iluminada. Lo han aprendido ya el árbol y la tarde... y el viento lo ha llevado hasta los montes y lo ha puesto en las espigas de los trigales. Y lo murmura el río...

Clara:
Hoy he sembrado un hueso de durazno en tu nombre


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México, Enero 10 de 1945

Muchachita:
No puedo dejar pasar un día sin pensar en ti. Ayer soñé que tomaba tu carita entre mis manos y te besaba. Fue un dulce y suave sueño. Ayer también me acordé de que aquí habías nacido y bendije esta ciudad por eso, porque te había visto nacer.


No sé lo que está pasando dentro de mí; pero a cada momento siento que hay algo grande y noble por lo que se puede luchar y vivir. Ese algo grande, para mí, lo eres tú. Esto lo he sabido desde hace mucho, más ahora que estoy lejos lo he ratificado y comprendido.


Estuve leyendo hace rato a un tipo que se llama Walt Whitman y encontré una cosa que dice:

El que camina un minuto sin amor,
Camina amortajado hacia su propio funeral.

Y esto me hizo recordar que yo siempre anduve paseando mi amor por todas partes, hasta que te encontré a ti y te lo di enteramente.


Clara, mi madre murió hace 15 años; desde entonces, el único parecido que he encontrado con ella es Clara Aparicio, alguien a quien tú conoces, por lo cual vuelvo a suplicarte le digas me perdone si la quiero como la quiero y lo difícil que es para mí vivir sin ese cariño que ella tiene guardado en su corazón.


Mi madre se llamaba María Vizcaíno y estaba llena de bondad, tanta que su corazón no resintió aquella carga y reventó.


No, no es fácil querer mucho.

Juan


Juan Rulfo fue un escritor mexicano, perteneciente a la generación del 52. Conoció a Clara Aparicio hacia 1941, cuando ella tenía trece años.Las cartas formaron parte de su relación tempranamente, e incluso se puede decir que en los primeros años ésta fue fundamentalmente de carácter epistolar. Cuando apenas se conocen, pero ya Rulfo le ha declarado sus intenciones de casarse con ella, él debe viajar a la capital del país para acompañar a un tío. A través de las cartas el noviazgo se va haciendo una realidad hasta que se casan el 24 de abril de 1948.