martes, 4 de enero de 2011

Entrevista a Jacques Lacan en la televisión belga realizada por Françoise Wolf el 14 de octubre de 1972

Durante la entrevista Lacan señala conceptos básicos del psicoanálisis, y ciertas arbitrariedades que se han cometido en la difusión del psicoanálisis. Françoise Wolf, su entrevistador, recibió la autorización de Jacques Lacan para documentar de manera fílmica la conferencia en Louvain y la entrevista que le realizara el día posterior. Los invitamos a apropiarse del escrito de la misma a través de su lectura, o de propiciarles un nuevo encuentro con ella.

F. Wolf.- Si preguntamos a Lacan qué es el psicoanálisis, es porque creemos que es una de las más prestigiosas figuras del psicoanálisis contemporáneo.

J. Lacan.- El psicoanálisis es algo cuya existencia empieza a ser conocida por mucha gente. No he sido yo quien ha inventado la experiencia analítica. Se ha constituido según sus caminos, sus caminos que no siempre han sido los mejores para llegar derecho a su objetivo. Sin embargo, hay algunas formas en las cuales el psicoanálisis se ha instituido y esas formas −aunque evidentemente de manera artificial, lo que es común en toda suerte de experiencia− han permitido cierta elucidación que concierne a algo que no hace falta decir, que se trata de problemas. Que se trate de malestar es altamente significativo, es evidentemente lo que resulta de la misma experiencia analítica.

El hecho de que un público cada vez más numeroso esté advertido acerca de la posibilidad de tal experiencia es la base a partir de la cual yo tengo algo para decir.

[…]

Yo insisto sobre lo que es evidente, no sólo en una primera inspección, sino en la segunda y en todas las inspecciones posibles, hasta la última. El análisis es una práctica del lenguaje. En el descubrimiento del inconsciente de Freud −basta con abrir uno de sus tres libros, los fundamentales concernientes justamente al descubrimiento del inconsciente−, no hay otra aprehensión lenguajera. Por otro lado la experiencia analítica lo confirma, todo pasa por la palabra, la del analizado o la del analista. Sería extravagante que en relación a este hecho práctico se busque una coartada en alguna construcción accesoria.

F. Wolf.- ¿Cómo define el inconsciente?

J. Lacan.- Yo defino el inconsciente −ha devenido un pequeño barco, en fin−... yo defino el inconsciente estructurado como un lenguaje. Es a partir de ahí que comienzan las preguntas. Cómo es posible el hecho de que estos seres que habitan este lenguaje, que por el vehículo del lenguaje, este hecho se encuentre en todo lo que el análisis descubre en su interior. Cómo es posible que le sean transmitidas condiciones tan dramáticas −hay que decirlo−, el hecho de que dependa de todo aquello que él ha esperado en el mundo y especialmente en el nivel en el que recibió transmisión de ese lenguaje, el lenguaje de la madre. Cómo a través de esto, algo tan esperado, quiero decir dominante, todo su destino puede estar marcado por ello.

Es evidentemente allí donde comienza la exploración, pero la clase de coartada, más o menos pretenciosa, en fin, designada bajo el término de afectos, pero en qué ocasión han podido alguna vez producirse los llamados afectos, es en ocasión de declaraciones más o menos oportunas, es allí donde comienza la experiencia analítica; pero no tomarlo como premisa, que es en el nivel del lenguaje que está el problema, me parecía tanto más difícil de evitar cuanto que no se trata acá de una cuestión teórica sino de una cuestión que arrastra toda la eficacia de la práctica analítica.

[…]

F. Wolf.- ¿Cuál es el rol del analista? ¿Es como dijo usted anoche, el rol de “yo no te lo hago decir”?

J. Lacan.- Sí, en efecto, ayer a la noche yo he dado un ejemplo para volver sensible una dimensión que es ésta que yo expresaba especificando que he dicho “estructurado como un lenguaje”, es decir una lengua particular. Sólo conocemos esto, yo quiero marcar la diferencia, la importancia de esto, que después de todo solo puede habitarse una o muchas, pero no se puede habitar más que en algunas de estas lenguas. Entonces lo que usted me pregunta ahora, si entiendo bien, es cuál es el rol del analista. Precise bien lo que usted quería decir con esto. El rol del analista…

F. Wolf.- En la relación analítica.

J. Lacan.- Y bien…

F. Wolf.- ¿Es de hacer decir o de no hacer decir?

J. Lacan.- Si, es eso, es el famoso “yo no te lo hago decir”. Yo lo ponía como ejemplo de esto que justamente lo especifica, un lenguaje. No se puede jugar sobre la ambigüedad que comparta la expresión “yo no te lo hago decir”, que puede querer decir dos cosas totalmente diferentes en francés: “tú lo has dicho” y, “no soy yo quien te lo ha hecho decir”. Era un ejemplo destinado a mostrar la especificidad de una lengua entre otras y para mostrar que la intervención analítica es típicamente lo que hará siempre uso de este equívoco.

[…]

F. Wolf.- En la experiencia analítica, hay transferencia. ¿Cómo, en tanto que analista, vive usted esto?

J. Lacan.- ¿En tanto que qué?

F. Wolf.- En tanto que analista.

J. Lacan.- Sí, en tanto que analista tengo la experiencia. Ella está siempre, incluso yo he podido constatarla con los analistas más experimentados. Cada vez una sorpresa nueva, y yo no puedo aquí testimoniar lo que me han confesado. Solo agregaría a su testimonio, que no es disminuirla decir que ella está marcada de cierto número de artificios. No es para nada una razón para pensar que la transferencia es artificio. Por supuesto acá muchos analistas se protegerán, porque en verdad, la sorpresa no se da jamás sin provocar un efecto de terror. Protegerse detrás de la motivación de la transferencia por pensar que después de todo no es más que un artificio, es ponerse al abrigo de algo que, se comprende, puede parecer pesado, porque, como Freud no dejó de observarlo, no hay ninguna diferencia entre la transferencia y el amor.

A partir de aquí comienza la cuestión: una situación de artificio puede determinar un orden de sentimiento que parece un orden también elevado en el orden natural del amor, debo agregar, porque la transferencia solo tiene esta forma, tiene también al odio. Pero si el análisis ha demostrado algo, es el profundo y estrecho enlace entre el amor y el odio.

Yo he sido el primero en tratar esta transferencia de manera que motive el orden, el orden elevado de su fenómeno, yo lo he inscrito. En fin, el analista efectivamente, en la experiencia analítica, ocupa un lugar: el sujeto supuesto saber. ¿Cuál es la relación de un sentimiento como el amor con una fórmula del orden del sujeto supuesto saber? Es seguramente lo que es totalmente imposible de explicar, y de hacer sentir en una corta entrevista.

[…]

F. Wolf.- Ciertos psicoanalistas dicen retener la clave de lo normal. ¿No es peligroso?

J. Lacan.- Sí, en fin, es una opinión, en verdad, totalmente destituida. Ningún analista debería autorizarse, bajo ningún punto de vista a hablar de lo normal. Tampoco de lo anormal. El analista, en presencia de una demanda de análisis tiene que ver si es propicia a lo que el proceso analítico se compromete, “zapatero a tu zapato”, en nombre de qué el analista hablaría de una norma cualquiera, de una norma mala, de una norma “macho”[2][1].

[…]

F. Wolff.- Bajo la protección del psicoanálisis, ¿no hay una represión de la libertad?

J. Lacan.- Sí…, estos términos me hacen reír, sí…, yo no hablo jamás de la libertad.

Traducción realizada por:

Olga Mabel Máter – licmater@fibertel.com.ar

Alejandra Freschi – alejandra_freschi@hotmail.com

Referencias

[1] Fuente original en francés: Ecole Lacanienne de Psychanalyse (Francia)

www.ecole-lacanienne.net/documents/1972-10-14a.doc

[2][1] En la siguiente expresión Lacan realiza un juego homofónico entre los términos: “mal” y “mâle”.


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